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Germana By: Edmond About (1828-1885) |
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EDMUNDO ABOUT GERMANA TRADUCCIÓN DE T. ORTS RAMOS BUENOS AIRES 1918 Derechos reservados. Imp. de LA NACIÓN. Buenos Aires
INDICE I. El aguinaldo de la duquesa II. Petición de matrimonio III. La boda IV. Viaje a Italia V. El duque VI. Cartas de Corfú VII. El nuevo doméstico VIII. Los buenos tiempos IX. Cartas de China y de París X. La crisis XI. La viuda Chermidy XII. La guerra XIII. El puñal XIV. La justicia XV. Conclusión
I EL AGUINALDO DE LA DUQUESA
Hacia la mitad de la calle de la Universidad, entre los números 51 y 57,
se ven cuatro hoteles que pueden citarse entre los más lindos de París.
El primero pertenece al señor Pozzo di Borgo, el segundo al conde
Mailly, el tercero al duque de Choiseul y el último, que hace esquina a
la calle Bellechasse, al barón de Sanglié. El aspecto de este edificio es noble. La puerta cochera da entrada a un
patio de honor cuidadosamente enarenado y tapizado de parras
centenarias. El pabellón del portero está a la izquierda, envuelto entre
el follaje espeso de la hiedra, donde los gorriones y los huéspedes de
la garita parlotean al unísono. En el fondo del patio, a la derecha, una
amplia escalinata resguardada por una marquesina, conduce al vestíbulo y
a la gran escalera. La planta baja y el primer piso están ocupados por el barón únicamente,
que disfruta sin compartirlo con nadie un vasto jardín, limitado por
otros jardines, y poblado de urracas, mirlos y ardillas que van y vienen
de ése a los otros en completa libertad, como si se tratara de
habitantes de un bosque y no de ciudadanos de París. Las armas de los Sanglié, pintadas en negro, se descubren en todas las
paredes del vestíbulo. Son un jabalí de oro en un campo de gules. El
escudo tiene por soporte dos lebreles, y está rematado con el penacho de
barón con esta leyenda: Sang lié au Roy [A]. Como media docena de lebreles vivos, agrupados según su capricho, se
aburren al pie de la escalera, mordisquean las verónicas floridas en los
vasos del Japón o se tienden sobre la alfombra alargando la cabeza
serpentina. Los lacayos, sentados en banquetas de Beauvais, cruzan
solemnemente los brazos, como conviene a los criados de buena casa. El día 1.º de enero de 1853, hacia las nueve de la mañana, toda la
servidumbre del hotel celebraba en el vestíbulo un congreso tumultuoso.
El administrador del barón, el señor Anatolio, acababa de distribuirles
el aguinaldo. El mayordomo había recibido quinientos francos, el ayuda
de cámara doscientos cincuenta. El menos favorecido de todos, el
marmitón, contemplaba con una ternura inefable dos hermosos luises de
oro completamente nuevos. Habría celosos en la asamblea, pero
descontentos ni uno solo, y cada uno a su manera decía que da gusto
servir a un amo rico y generoso. Los tales individuos formaban un grupo bastante pintoresco alrededor de
una de las bocas del calorífero. Los más madrugadores llevaban ya la
gran librea; los otros vestían aún el chaleco con mangas que constituye
el uniforme de media gala de los criados. El ayuda de cámara iba vestido de negro completamente, con zapatillas de
orillo; el jardinero parecía un aldeano endomingado; el cochero llevaba
chaqueta de tricot y sombrero galoneado; el portero un tahalí de oro y
zuecos. Aquí y acullá se distinguía a lo largo de las paredes, una
fusta, una almohaza, un encerador, escobas, plumeros y algo más cuyo
nombre ignoro. El señor dormía hasta mediodía, como quien ha pasado la noche en el
club, y por lo tanto tenían tiempo para empezar sus faenas. Por lo
pronto se entretenían en darle empleo al dinero y las ilusiones les
ocupaban bastante. Los hombres todos son algo parientes de aquella
lechera de la fábula. Con esto, y lo que ya tengo ahorrado decía el mayordomo , puedo
redondear mi renta vitalicia. A Dios gracias no falta el pan, y los días
de la vejez los tendré asegurados. Como es usted soltero replico el ayuda de cámara , no tiene que
pensar en nadie... Continue reading book >>
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